Antecedentes históricos de la comunidad de Huasquiña
El pueblo de Huasquiña es un asentamiento humano que se encuentra en la margen norte de la quebrada homónima en la región de Tarapacá. Este sector posee un curso de agua que anualmente se descarga en la Pampa del Tamarugal. Dadas las evidencias anteriormente expuestas en el apartado arqueológico, podemos afirmar que esta área de la quebrada de Huasquiña ha sido habitada por el ser humano desde periodos pre hispánicos. No obstante, la conformación del poblado en la forma y espacio que ocupa actualmente, hace referencia a la instalación de la dominación hispana la cual comenzó hacia finales del siglo XVI, donde varios otros poblados son creados producto de las órdenes reales de agrupar en ciertos sectores a los lugareños indígenas16, quienes hasta ese entonces habían habitado bajo otras formas de ocupación la geografía local tarapaqueña.
Al respecto podemos citar a F. Pease, quien al analizar el periodo de instalación de dominio español sobre el territorio andino señala lo siguiente:
“Un último problema relativo a la organización social de los primeros tiempos coloniales es el referente a la aparición de las comunidades indígenas, originadas en las reducciones llevadas a cabo desde la década
de 1550, pero finalizadas en la de 1570. Respondían a la concepción ya vigente en Europa que identificaba la civilización con la residencia urbana. Hasta la invasión española, la característica más sobresaliente de la
sociedad andina se relacionaba con la frecuente movilidad de la población (tratarse de mittani o de mitmaccuna), que abarcaba incluso los centros administrativos que los españoles confundieron con ciudades. Hoy se sabe que tales centros albergaban mayormente mittani, frecuentemente cambiados, y mitmaccuna, de más lenta rotación. La población estable era pequeña; algunos cronistas como Cieza de León llegaron a informar que el propio Cuzco era unidad poblada por mitimaes”
Las reducciones de Indios, como se les llamaban, tenían por objeto reagrupar a los muchos asentamientos humanos prehispánicos dispersos y llevarlos hacia un pueblo donde se les pudiera administrar el llamado “pasto espiritual”18 de manos del sacerdote, y a su vez censarlos con el objeto de saber la producción de la tierra o utilizar mano de obra para distintas faenas, principalmente en la minería, en la zona de Huantajaya. Mediante esta forma administrativa la autoridad española reconocía a un líder curaca o cacique por cada pueblo lo que incluía a las villas cercanas (llamadas anexos), interactuando éste entre los miembros
locales y las autoridades hispanas.
Debemos agregar que en un comienzo la autoridad española creó divisiones de territorio denominadas “encomiendas”. La encomienda consistía en la asignación por parte de la corona, de una determinada cantidad de aborígenes en su territorio a un súbdito español, llamado encomendero, en compensación por los servicios prestados en los tempranos tiempos de la denominada conquista. Tras esto, el encomendero se hacía responsable de los nativos puestos a su cargo: los evangelizaba, pagaba los tributos y percibía los beneficios obtenidos del trabajo que realizaban los nativos.
La zona de la quebrada Tarapacá, Pica, la quebrada de Camiña, Pisagua, la quebrada de Huasquiña y otras de la región en general, fueron asignadas al encomendero Lucas Martínez de Vegazo en 1540, primer encomendero de Tarapacá. Martinez de Vegazo, era un conquistador venido a América en el año 1529, internándose en América del Sur desde Panamá. Participaría junto a Francisco Pizarro de la conquista del imperio Inca y por sus méritos sería reconocido por el Rey como encomendero de la vasta zona que comprendían las regiones de Tacna, Moquegua, Arica y Tarapacá.
Durante este periodo la documentación concuerda con un territorio administrativamente dependiente a la ciudad del Cusco y posteriormente a la ciudad de Arequipa. En ella se señala la existencia de 28 reducciones entre las cuales se hace mención a la reducción de indios de Tarapacá, Arica y San Pedro de Tacna (Barriga 1952; Bermúdez 1987; Urbina 2014).
Los poblados además de ser agrupados bajo administración política del encomendero, eran controlados por la administración eclesiástica de la iglesia católica mediante creación de espacios de evangelización llamados Doctrinas, Curatos o Curacazgos. El documento que refiere a la creación de la “Doctrina de Tarapacá” corresponde al "Autoepiscopal de Cuzco del 24 de Abril del año 1571”, el cual determinó la división en dos Curazgos, Camiña en el valle de Carviesa y Tarapacá en el valle de Cato (Barriga 1952 en Urbina 2014). También se precisa la distribución y el nombre de los poblados que las integraban:
“Primer Curazgo: Tarapaca con sus sujetos, Alamina; Guanina con sus sujetos, Limasina, Guanina La Chica, Lancana, Noasa, Cuchaya, Sibaya, Mocha, Puchurca, Pica, Puerto de Loa, Puerto de Xeque Xeque y sus términos.
Segundo Curazgo de Camiña: Chiapa con su sujetos, Cayña, Hylaya; Sotoca con sus sujetos, Sipisa, Guasquiña; Camiña y sus sujetos, Tritama, Soga, Guallaca, Minita, -roto-, Cara, el puerto de Camarones y el puerto de Pisagua”
Como es posible apreciar en la documentación de 1571, se menciona a Huasquiña como un espacio habitado de manera permanente ya reducido. Este al parecer, es el documento más temprano que nos habla de la existencia de una localidad llamada Huasquiña.
Al cabo de unos años, en 1578 se incluirá a Huasquiña en un listado de pueblos donde se vería la posibilidad de construir una iglesia en cada pueblo (Advis 1990). En este sentido, en 1618 un cura de la orden carmelita, Antonio Vásquez de Espinoza (1618)20, realizó una visita a los distintos poblados andinos, para evaluar el proceso catequético de los indígenas. En su recorrido, describe el estado de la evangelización, al igual como los pueblos que contaban con templos, capillas u oratorios. La información del cronista se describe de la siguiente manera:
Doctrina de Tarapacá
Curato de Tarapacá
Iglesia de Tarapacá (San Lorenzo Mártir)*
Anexos de Mamiña
Guaviña, Santa María *
Guaviña, la chica
Limacsiña
Laonzana
Noasa
Coscaya
Sibaya
Mocha, San Antonio de *
Puchurca
Curato de Camiña
Iglesia de Camiña, Santo Tomás*
Anexos de Chiapa
Jaiña
Hiyalla
Sotoca
Sipisa
Guasquiña
Camiña
Soga
Guallaga
Miñita
Miñi – Miñi
Camarones
Pisagua
*Indica la presencia de templos para este año
Para aquel tiempo (1629) Huasquiña estaba contenida en la doctrina de Camiña y era labor del cura enseñar la doctrina cristiana, para ello era necesario que quien enseñara supiese el idioma nativo, pudienso ser este Quechua o Aymara según señalan los antecedentes.
Analizando la vida parroquial de Camiña y en la totalidad de la región de Tarapacá durante los últimos años del siglo XVII, es posible advertir, a juicio de Hidalgo (2016) que los caciques e indios principales habían cultivado una indiscutible cercanía con la Iglesia colonial. En los registros parroquiales se aprecia la deferencia que los sacerdotes tuvieron hacia las autoridades étnicas y existen indicios sobre la mutua colaboración entre estos líderes y el clero, siendo usual que los indios principales de los pueblos colaboraran en las labores pastorales. Por ejemplo, el Licenciado Martín de Moscoso y Buitrón recibió la ayuda de los hilacatas Diego Cata Cata y Lorenzo Huyomayo y de dos indios sacristanes, Balthasar Tinta y Juan Jachura, para oficiar casamientos de originarios o forasteros en pueblos y ayllus de Mocha, Sotoca, Sibaya y Huaviña entre 1672-1680. Estos hilacatas y sacristanes fueron los testigos de fe que demandaba el protocolo parroquial y posiblemente eran garantía para los mismos contrayentes, sus familias y la comunidad. Cabe destacar que los sacristanes que
actuaron en estos casamientos coinciden con los nombres de indios principales de Sibaya y Sotoca que juzgaron positivamente al clero de Camiña en 1681. Lo importante a subrayar es que el despliegue de los rituales católicos significó una proximidad y/o complicidad entre el clero y los hilacatas y sacristanes.
Se sumaba a lo anterior, que los curas locales ayudaban a superar crisis epidémicas. Así, se puede observar en los documentos que los curas ayudantes de la parroquia de Camiña también contribuyeron al bienestar de los indios desempeñando funciones curativas.
Caciques y líderes andinos de todos los pueblos de la doctrina concordaron que la provincia había sufrido intensas pestes. Grupos indígenas de Sibaya destacaron que los curas traían remedios a su costa y permanecían con ellos hasta que las pestes declinaban. Indios principales y caciques fueron enfáticos en señalar que las pestes no afectaban nunca a un único pueblo y que por lo que los curas se movilizaban por cada iglesia y anexo de la parroquia socorriendo con medicinas y dando la confesión a los campesinos enfermos que se encontraban en los umbrales de la muerte. Frecuentes en la zona andina a lo largo del siglo
XVII, estas epidemias tuvieron aparentemente en vilo la vida de los pueblos tarapaqueños, coyuntura de crisis en que los curas habrían asumido un papel paralelo al curandero nativo o yatiri.
La pertenencia del poblado de Huasquiña a la doctrina de Camiña en la primera etapa del periodo de dominio español, queda de manifiesto principalmente en los registros bautismales y de otros sacramentos aplicados por sacerdotes de la época. Aunque no existía una iglesia definitiva en Huasquiña, la iglesia de Mocha, la de Camiña y la de Tarapacá fueron utilizadas para cumplir con tales fines sacramentales.
En las últimas décadas del siglo XVII, la administración española se enfrentaba a las dificultades de sostener sus divisiones político - eclesiásticas en la región tarapaqueña. Las distancias entre un pueblo y otro, sumado a la sequedad del clima y peligrosos caminos, hacían que las labores fuesen muy esporádicas y de difícil cometido para los sacerdotes de la zona. Para subsanar aquello se proponen algunas ideas. Ya se encontraban establecidas las cabeceras de doctrinas, las cuales eran pueblos de mayor población y donde finalmente residiría el cura doctrinero. Hasta ese entonces Tarapacá, Camiña y Pica aparecían como
únicos centros de doctrinas con pueblos aledaños sujetos a su administración.
En este sentido, los documentos señalan que hacia la década de 1690, todavía no se podía administrar bien el evangelio en los pueblos de las quebradas tarapaqueñas. Es por ello que se plantea una redistribución de población y localidades para que los sacerdotes puedan mejorar sus labores.
Es entonces así, que por opinión del sacerdote Diego de Tebes cura de Camiña, se divide el curato de Camiña y Tarapacá. Se establece un nuevo curato con asiento en el pueblo de San Nicolás de Sibaya. Este se insertaría en la zona fronteriza de los antiguos Curatos de Tarapacá y Camiña, tomando cinco pueblos y caseríos en su interior (Mocha, Guasquiña, Sipiza, Limaxiña y Usmagama) los cuales antes pertenecieron a estas dos doctrinas. Sin embargo, el pueblo de San Juan Bautista de Huaviña continuará dentro de la doctrina del poblado de
Tarapacá, quedando discontinuado en camino por la quebrada, ya que entre el viaje desde San Lorenzo de Tarapacá hasta el mismo Huaviña, había que pasar por Mocha, poblado que pertenecería desde aquel momento al cura de Sibaya de acuerdo a la nueva división y donde según manifiesta el sacerdote de Camiña en 1698 habitaban mucha gente de otros pueblos cercanos, al haber sido este una reducción temprana.
En aquel año entonces, vemos como el pueblo de Huasquiña queda en manos del Sacerdote de Sibaya, siendo este anexo huasquiñano el más alejado de los 5 pueblos que le tocaba visitar a dicho prelado.
Respecto a las personas que habitaban de Huasquiña podemos encontrar registros parroquiales desde los años 1700, donde se registran algunos apellidos asociados hasta el día de hoy en la zona. Al respecto, era común que se los curas recibieran la visita de enviados del Obispo de Arequipa para verificar las labores eclesiásticas. Una de ellas era la verificación del asiento de bautismos y demás sacramentos en los respectivos libros. Además se verificaba que las partidas de nacimiento estuvieran bien inscritas. Esto era de vital importancia para llevar un mejor control de la población y acentuar la nueva religión católica entre los
indígenas de la zona.
Al estar apartadas las parroquias de la región de Tarapacá, eran recurrentes las faltas o negligencias de los doctrineros. El cura encargado de los indios de una doctrina debía, desde el pueblo cabecera (Sibaya), visitar continuamente todos los anexos de su jurisdicción, idealmente 7 veces al año y en especialmente durante las fiestas patronales, para administrar sacramentos, comprobar estado material de las iglesias, cofradías, y escuelas, y la condición espiritual de la feligresía indígena (Díaz y Ponce 2013). Sibaya, Camiña, Pica y Tarapacá
presentaron una forma particular de impartir la doctrina cristiana. Díaz y Ponce (2013) y Lavalle (1998) han detectado que estas no disponían de una cantidad de sacerdotes suficiente para atender permanente a los poblados repartidos en su territorio, siendo además recurrentes las negligencias y abandonos de su feligresía de parte pastor, así como los amancebamientos con mujeres de la zona atentando contra el voto de castidad. Esto llevó a las parroquias tarapaqueñas a prescindir en muchas ocasiones de un cura para practicar sus
creencias.
Una de las características de la población andina y en especial del desierto de Tarapacá y sus valles era la movilidad. Al convertirse Sibaya en curato se registraron partidas de personas que estaban en el mismo pueblo de Sibaya o en algunos de sus anexos (Mocha, Guasquiña, Sipiza, Limaxiña y Usmagama), aun cuando fueran forasteros.
El anexo de Huasquiña y su doctrina en el contexto del S. XVIII
Hacia el S. XVIII el área de Tarapacá y todos sus poblados vivirán cambios. Uno de ellos tiene que ver con la estructura administrativa, debido a la nueva casa real que sustentaría el poder en los territorios de dominación hispana a partir del año 1700. Los Borbones, familia real de arraigo afrancesado, transformaron el orden instituido por los Habsburgo con base en distintos modelos políticos y económicos, tomando principalmente como patrón las reformas administrativas llevadas a cabo en Francia.
En este contexto, Tarapacá y sus pueblos interiores se verían lentamente involucrados en los cambios, principalmente atraídos por la posibilidad de aumentar la producción de los ricos cerros de Huantajaya en la cordillera de la costa. Las inversiones de españoles se vieron acrecentadas en corto tiempo, apostando por encontrar la veta principal. Sin embargo, se requería de gran esfuerzo físico para llevar a cabo dichas labores. Es así como las poblaciones masculinas andinas de precordillera son atraídas a las labores mineras mercantiles, debiendo dejar sus chacras y sus familias para dedicarse extraer las denominadas “papas de plata” desde el interior de los macizos costeros. En el año 1771 las poblaciones de Limaxiña, Mocha, Usmagama, Sipisa, Guaviña y Guasquiña se opusieron al dictamen que decía debían dirigirse a trabajar en los laboríos mineros de José Basilio de la Fuente, encomendero y próspero empresario, dueño de gran parte de Huantajaya y numerosos terrenos en Tarapacá, Huarasiña, Camiña y en la pampa del Tamarugal (Villalobos, 1979: 212-223; Mukerjee 2008, Moraga, Aguilar y Diaz, 2010).
Los pueblos indígenas de la zona de Tarapacá hacia mediados del siglo XVIII serán registrados en una revista, forma en que era conocida la revisión de pueblos y su conteo. Se puede observar en dicho proceso de anotación, la existencia de los llamados “ayllus” o unidades familiares extensas, en los cuales solo Sotoca poseía dos ayllus, mientras que Sipiza y Guasquiña tendrían solo un Ayllu. Esto puede deberse al peso histórico que siempre tuvo Sotoca como centro político de la zona, mientras que las otras dos localidades, poseían menos población y eran conocidas por otras características. Sipiza era un importante centro de reunión relacionado a la peregrinación y adoración del Cristo Crucificado, y Huasquiña resaltaba como zona de relajo para sacerdotes donde había mejor clima y sus pobladores eran tranquilos señalan los documentos de la época.
La España borbónica trae consigo la creación de las intendencias, que reúnen todas las atribuciones administrativas. Esto sin duda supone un importante paso centralizador eliminando las antiguas encomiendas. Estos funcionarios (intendentes) fueron una pieza clave como representantes del nuevo orden que se buscaba imponer. Era una institución francesa que fue aplicada en todas las regiones de España y América. Con ellas se buscaba disminuir territorialmente las jurisdicciones y aumentar la posibilidad de controlar la recaudación tributaria. Así es como en 1784, se crea la Intendencia de Arequipa la cual agrupaba a otros
territorios menores denominados Partidos. Uno de ellos, el más austral que limitaba con la Audiencia de Charcas, era el de Tarapacá.
Parte de la característica de la administración borbona era la aplicar conceptos de la ilustración y aplicar la razón según la autoridad conviniese. Es así que llega, en 1765, el visitador enviado por el Intendente y el Virrey, Antonio O’Brien, quien describió la quebrada de Tarapacá, anotando que esta estaba compuesta por el Asiento de San Joseph de Guarasiña, Tilivilca, Tarapacá, Mocha, Guabiña y Sibaya. Su población alcanzaba los trescientos treinta y dos indios tributarios que vivían en los pueblos o dispersos en los parajes que tuvieran terrenos disponibles para sembrar maíz o trigo. Algunos de los parajes eran – según los topónimos utilizados en el texto– Amalo, Quillaguasa, Caygua, Carora, Pasaquiña, Pachica, el Molino, Lamsana (Laonzana?), Puchurca, Mancaguasiña y Limaxsiña. O’Brien advirtió la dificultad que en aquel año tenían los indios para pagar los reales tributos por culpa del azote de una peste, siendo difícil –pensaba él– reemplazar a los tributarios fallecidos. Indicaba además, que las tierras y las aguas eran sumamente salitrosas, por lo que
los productos agrícolas que se podían extraer eran básicamente trigo, maíz, alfalfa y, en menor medida, algunos ajos, cebollas y coles, productos que abastecían el mineral de Huantajaya (Hidalgo, J., 2009: 29-30, Moraga, Aguilar y Diaz, 2010)
Para llegar al poblado de Huasquiña no era tarea fácil, más aun cuando por aquellos años del S.XVIII el camino se realizaba a lomo de bestia (mula o caballo), por ende el desplazarse desde Sibaya hasta Huasquiña, según se aprecia en el docuemnto anterior, era una ardua tarea.
Lo interesante del anterior certificado emitido por O´Brien es que deja ver el accionar de un sacerdote en la región, quien estando en Sibaya, Iquique o Huantajaya, busca cumplir con sus funciones, donde además se agrega la interacción con los benefectores mineros. Hay que entender que la región y su dinámica durante este periodo de la historia tiene que ver con Huantajaya y su existencia, no podría entenderse la dinámica regional sin la explotación minera existente desde antes de la llegada de los españoles a este territorio
Hacia 1774 se registra en los documentos eclesiásticos un “padrón de indios” de la doctrina de Sibaya. La labor de los sacerdotes había sido vital en intentar imponer algún modelo hispano, aunque en muchas ocasiones la curia local no poseía la preparación necesaria en distintos aspectos de la religión, los cuales eran solicitados para atender a la población indígena de la zona. Una de ellas era el conocimiento de la lengua aymara fundamental para predicar la fe. Eran recurrentes el llamado a expertos lenguaraces para lograr una mayor
comprensión de parte de los indios de las enseñanzas cristianas hispanas.
A lo anterior debemos agregar que desde el S.XVII los sacerdotes enviados a evangelizar la apartada zona de Tarapacá, no venían cumpliendo a cabalidad con sus deberes como presbíteros de la fe católica (Diaz y Ponce, 2013). Entre las principales falta de cumplimiento estaban: no visitar los pueblos, abandonar la parroquia y vivir amancebado. Sin embargo, la figura del clérigo es clave para aproximarnos a la población local de Sibaya y demás pueblos.
El párroco podía disponer de adjutores, quienes eran colegas curas asistentes, a los cuales se les enviaba a visitar pueblos, principalmente durante las fiestas. En ellas aprovechaban para registrar sacramentos como los bautizos, matrimonios, comuniones y confirmaciones. Estos registros, llevados en un libro particular, eran la base con la cual los curas realizaban padrones de población, donde agrupaban a los habitantes de cada pueblo y los clasificaban según los criterios de la época.
Huasquiña en el largo e intenso S. XIX
Fuente: ANTECEDENTES DE LA OCUPACIÓN HISTÓRICA COMUNIDAD INDÍGENA DE HUASQUIÑA; CONADI, Universidad de Tarapacá Año 2019